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No era más que un zorro semejante a cien mil otros, pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo...

jueves, 3 de diciembre de 2009

Divagaciones de un aislado



"La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento. "



Ahora mismo resuenan en mi cabeza mis propias palabras, como si alguien pretendiera burlarse de mí para castigarme por mi ingenuidad:
“¿que mas me puede pasar?”
Esas fueron mis desafortunadas palabras de hace ya demasiados días. Ahora sostengo entre mis manos un informe médico que dice cosas como:
Neumonía bilateral, bloqueo completo de rama derecha del Haz de Hiss, infección por virus de la gripe H1 N1 (gripe A)....

Las personas tienen una enorme capacidad de recuperación de su estado de ánimo, mucho mayor de lo que creemos, se puede decir que en un periodo relativamente rápido de tiempo somos capaces de reponernos de cualquier desgracia y con facilidad damos paso del amor al enfado o de las lágrimas a la sonrisa.Mi experiencia personal pretende ser un ejemplo ejemplar, pues después de sufrir incidentes como abrirme la cabeza o ver que tu coche se lo ha llevado la grúa, ¿que más me podía pasar?
Pero me niego a caer en el pesimismo y contaré brevemente mi más inmediata experiencia, pero lo haré a mi manera.

Toda enfermedad tiene su lado bueno, y yo disfrutaba de mi estancia encerrado en mi casa. Los síntomas de mi virus misterioso eran los habituales, un alérgico a la humedad en Asturias está más que acostumbrado a vérselas con una buena congestión nasal,y de esta manera obtuve un apacible descanso sin madrugones y vegetando en mi querido sofá como si de unas vacaciones se tratara la cuestión.El único inconveniente fue que no me hizo falta echarle cuento al asunto, tengo que lamentar no haber podido pasar una buena noche en toda la semana que me pase en casa. Sin embargo uno nunca está lo suficientemente enfermo como para no poder disfrutar de una buena película.
Pasaron los días y mis síntomas se multiplicaron así como cada vez me sentía más y más débil. Mi 2º visita al médico fue insatisfactoria, no olvidaré nunca ese día ya que lo recuerdo como el día en que de golpe envejecí unos 50 años. Yo que me jactaba de ser un portento físico vi como tras caminar 200 metros acabé sentado a medio camino en un banco junto a un anciano jadeando durante al menos 10 minutos. Y yo creía que simplemente estaba cansado...
Al día siguiente mis padres decidieron llevarme al hospital por urgencias, demasiados días con fiebre fueron el gran motivo de preocupación. Desde luego ellos han sido quienes peor lo han pasado. Poco tiempo después me encontraba con una mascarilla de oxígeno camino de la UVI, tratando de convencerles de que me encontraba mejor.
Una experiencia inolvidable, jamás recibí tanta atención en mi vida. Constantemente entraba en mi habitación personal sanitario con todo tipo de precauciones para evitar un contagio (mascarillas, guantes, delantal...) pero dispuestos a complacer mis caprichos: el respaldo de mi cama, un yogurt... A cambio solo tenía que quedarme quietecito y conectado a un montón de cables.Un fin de semana diferente desde luego, no estoy seguro si realmente estaba debatiéndome entre la vida y la muerte pero me fui de la UVI con un buen recuerdo.
Los días siguientes gocé de una habitación para mi solo, aislado del mundo, todo cortesía de la gripe A y me dediqué a divagar inconscientemente mientras veía en la tele grandes series alemanas.
Estaba yo leyendo una novela histórica sobre Alejandro Magno, cuando terminó mi aislamiento y me trajeron a la habitación un señor de unos 90 años. En poco tiempo mi libro quedó eclipsado ante los relatos de mi anciano compañero, un viejo lobo de mar que se había pasado toda su vida navegando y a bordo de un barco sueco, trabajando como cocinero había visto con sus propios ojos más de medio mundo. Malaria, prostitutas, contrabando de alcohol y tabaco....cautivaron mi atención a pesar de la pésima narración.

Ahora ya tengo el alta y me encuentro en mi casa, estoy bien aunque probablemente no soy consciente de lo que realmente he pasado, porque ya pienso en cosas como volver a correr... Como dije uno se repone rápidamente y he de admitir que los bombones y todo tipo de lujos alimenticios ayudan a ello.

Desde luego mi insuficiencia respiratoria me ha dejado sin aliento en muchas ocasiones, me ha hecho recordar grandes momentos y quizá por ello he aprendido a valorar más algunos detalles, aunque sean tan simples como el regalo de una revista, una compañía o una carta con esmerada caligrafía...

Un consejo: nunca digas nunca, siempre puede pasar algo mas sea para bien o para mal.

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